Esta hoja de ruta contribuirá a que, ante las diversas situaciones y decisiones, marido y mujer se pregunten: ¿esto contribuye o me aleja de la unión, la exclusividad, la perpetuidad y la entrega?
Por Mariela García Rojas. 04 febrero, 2019.El matrimonio está para ser feliz y hacer feliz al otro. Suelo decir que quien no es feliz en su vida matrimonial se lo pierde porque le da la gana. El profesor Viladrich plantea unas dinámicas propias del amor (tendencias), para llegar hasta el final de este proyecto de vida en común. Estas guías son las siguientes:
Tendencia a la unión, a estar contigo. El amor se acrecienta con la cercanía, estar juntos cuando las circunstancias lo ameriten limita los peligros y riesgos. Los viajes de trabajo, las reuniones sociales, entre otros, son buenas ocasiones para la compañía y el goce mutuos.
Tendencia a la exclusividad, solo contigo. Los consejos y advertencias no son exageraciones para proteger lo más valioso que tienen: su amor matrimonial. Lo anterior favorecerá la perpetuidad de esa unión, el estar juntos para siempre.
Tendencia a la entrega, a dar lo mejor de uno mismo al otro. Esta inclinación logra sacar de cada uno hasta lo insospechado y asombrarse de la capacidad ilimitada de amar y de corroborar los esfuerzos que alguien es capaz de hacer por amor.
Tendencia a la vida, a recrear el mundo. Parafrasear expresiones como esta “es muy bueno que tú existas porque tu amor me hace bien”.
Esta hoja de ruta contribuirá a que, ante las diversas situaciones y decisiones, marido y mujer reflexionen y se pregunten: ¿esto contribuye o me aleja de la unión, de la exclusividad, de la perpetuidad y de la entrega? Recordemos que el logro de la felicidad no es un regalo del vínculo matrimonial “per se”, ni se produce automáticamente, sino que es siempre el fruto conquistado por la voluntad conyugal firme y protagonista.
El regalo de los hijos perfecciona a los padres, les hace más recios, generosos; exige ejemplo, favorece la unidad, porque la educación de la prole, así como la vida conyugal, requieren del “para siempre”.
Con todo, suelo aconsejar lo siguiente: primero esposos, después padres; así como Tomás Melendo sugiere lo siguiente: “Primero tu mujer y tu marido, y luego los demás”. Si él o ella paga los platos que rompen los demás, priorizas mal; lo más importante, lo absolutamente imprescindible que tienen que hacer los padres para educar a sus hijos es quererse leal y progresivamente más entre ellos dos.